El Arte de la Escucha.

De todas las habilidades que he cultivado como coach, la escucha ha sido, sin duda, la más difícil y también la más transformadora. La escucha es la piedra angular de la comunicación, y en el mundo del coaching, es mucho más que simplemente prestar atención.

Un error común es pensar que el coach está ahí para darte soluciones, consejos o incluso para arreglar tus problemas. El coaching no trata de dar respuestas; trata de preguntas poderosas y de una escucha atenta y profunda.

Puede sonar sencillo, pero escuchar, realmente escuchar, es algo a lo que pocos estamos acostumbrados. Escuchamos para responder, no para comprender. Escuchamos mientras nuestra mente ya está elaborando una solución, una opinión o un consejo. Es lo que hacemos cuando un amigo nos comparte un problema: nos preparamos para intervenir, para decir lo que haríamos en su lugar.

Pero la verdadera magia del coaching radica en escuchar sin esa urgencia de resolver, en estar presentes y abiertos, sin juicios. Como coaches, escuchamos lo que el cliente dice, pero también lo que no dice. Detectamos las contradicciones, las palabras que se repiten como mantras y leemos entre líneas. Captamos las emociones detrás de las palabras: el entusiasmo, el miedo, la duda. Observamos el lenguaje corporal, las tensiones que hablan por sí solas, la relajación que aparece cuando algo hace clic.

Y, lo más importante, no escuchamos para intervenir, sino para reflejar. Como un espejo, devolvemos al cliente lo que hemos captado, sin adornos ni interpretaciones, con el fin de que él mismo vea algo nuevo, algo que quizás había pasado por alto. Esto le permite conectar con nuevas perspectivas, recursos y acciones que le acercan a sus objetivos.

Escuchar es un acto de profunda presencia. Requiere una actitud de apertura total y la capacidad de crear un espacio seguro, donde el cliente se sienta respetado, libre de interrupciones y realmente escuchado. Es en ese silencio cargado de atención y sin prisas donde se produce la verdadera transformación. Porque cuando alguien se siente genuinamente escuchado, algo en su interior se transforma, se expande… y es ahí, en ese espacio, donde empiezan a generarse los cambios.

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